Dime para qué necesito una isla
en mitad del océano
para mí solo,
si por la noche,
cuando recorro
el archipiélago
de lunares
que se esparcen
por tu piel,
encuentro el más bello
de los tesoros, en tu mirada.
Dime para qué necesito una isla
para mí solo,
si lo que yo deseo
es follarle al destino, sin pudor,
desnudar el cielo de tantas estrellas
que no son fugaces,
y unir, en las distancias cortas,
tu mundo con el mío
en un abrir y cerrar de ojos,
antes de cubrirnos a besos.
¡Dímelo tú!,
si lo único que deseo (y no me culpes por
ello)
es dejar la noche en vilo (a
orillas del mar),
sentir el sugerente ronroneo del
amor (contigo)
y atravesar suavemente la bahía de
tus labios,
sin parpadear,
mientras se aceleran
los latidos, de 0 a 100,
al recorrer de arriba abajo
las dunas de tu cuerpo.
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